Tarde {James}

La sonrisa de su rostro era cosa seria. Verle sonreír significaba caer, definitivamente, a los pies de su infantilismo. Diecisiete años y estaba más que segura de que nunca maduraría lo suficiente como para hacer sentir orgullosos a sus padres, no si estos hubiese sido otros, claro, la realidad era otra bastante distinta, sus padres estaba orgullosos con ella y con lo que había logrado, había aprendido a descubrir por si sola un mundo que para ella no existía sino hasta hace siete años atrás cuando, siendo una pequeña niña, movía objetos y asustaba a sus primas con pequeñas orugas que sin más explotaban cerca de ellas, ahora, por supuesto, su percepción de lo que habían significado aquellas risas eran otra cosa, la muchacha ya le había tomado el peso a todo aquello y había asumido las responsabilidades correspondientes de quién tiene poder en sus manos. Aun cuando estos provenían de una pequeña vara de madera que un famoso caballero le había vendido años atrás.

Responsabilidad. La responsabilidad había quedado ampliada zanjada de su vida desde la primera vez que había entrado en Hogwarts, así que aquello de sopesar las acciones que hacía, lo cumplía hasta cierto punto. Por supuesto que no era ninguna descabellada que marchaba hechizando a las personas ni infundiendo temor en ellos, pero no podía negar que un poco de risas no le hacían mal de vez en cuando. -Entonces… ¿Cómo era?-un pequeño dragón de papel salió volando de entre sus pálidas manos en el aula casi desocupada de transformaciones, había llevado a práctica un hechizo bastante sencillo que le agradaba en demasía. Sonrió mientras observaba al dragón volar, literalmente, por los aires hasta que, de un momento a otro, se incendió. La rubia se levantó más que rápido de su puesto y enfundado su varita hacia el muchacho que ahora se burlaba de las pequeñas cenizas que había producido su pequeño dragón al incendiarse. -¿Qué, acaso piensas hechizarme?-y su risa socarrona le invadió los sentidos. La rubia bajo su varita luego de algunos segundos y la poso sobre su pupitre. -No-se alzó de hombros con ligereza y se volvió a sentar para prestar atención a la clase.

Si bien la cena no era el horario usual para recibir correo, una pequeña y morena lechuza emprendió vuelo en el Gran Comedor y dejó una pequeña carta en la Casa Slytherin, en donde un muchacho regordete le abrió con creciente curiosidad. Un disparo de tinta y el efecto fue instantáneo, mas de la mitad de las personas que se encontraban en el lugar partieron en risas al observar el rostro del muchacho manchado de tinta grisácea que, además, apestaba a calcetines. Alex sonrió con amplitud y le saludo con ligereza con una mano después de que la lechuza que le había llevado la carta se hubiera ido a posar sobre su hombro a pedirle un poco de comida después del favor que le había hecho. Entonces, el resto, había sido historia, la rubia había alcanzado a salir corriendo del Gran Comedor en cuanto se dio cuenta de que el muchacho se había levantado de manera prepotente a atacarla. Corrió por algunos pasillos esquivando a algunas personas en el camino y chocando con otras cuando, de pronto, la puerta de una de las aulas de clases se abrió en par. No dudo en entrar y, de manera excesivamente literal, se tiró dentro del aula cerrando la puerta con fuerza detrás de ella sin poder ahogar la risa que surgía de su garganta.